Los personajes en los que vivimos
Los personajes en los que vivimos
Hemos venido a este mundo a través de un cuerpo, que es el vehículo que nos permite vivir en una realidad tridimensional y, a través de él, aprendemos a relacionarnos en base a programas o «softwares» que ya traemos en nuestros genes. Sin embargo, serán los personajes en los que vivimos los que van a determinar de qué forma interactuamos con nuestro entorno, pareja, amistades…
La semilla empieza a germinar a partir de los 3 años, cuando el niño/a adopta a nivel inconsciente una serie de modelos o personajes tipo, que dependerán de la situación en la que viva y de los distintos estímulos que vaya recibiendo de su entorno.
¿Qué personajes interpretamos?
Según Bert Hellinger existen tres personajes principales, en base a los cuales, forjamos nuestra personalidad. Esto no significa que únicamente vayamos a vestirnos con uno de ellos, sino que estos se irán interconectando y alternando a lo largo de nuestra historia vital. Si bien es cierto, todos/as hemos escogido inconscientemente uno que condicionará esencialmente la forma en la que nos relacionamos.
El Bueno
El primero de los personajes es el bueno y se forma cuando el niño/a ha vivido una angustia de soledad, un vacío interno que parece no llenarse nunca. Cuando el exterior te falla aparece este vacío y la mente busca solventarlo mediante justificaciones del tipo: «me han dejado solo porque soy malo, por eso, si soy bueno me querrán».
Sin ser consciente de ello, quién interpreta a este personaje desarrolla determinadas dinámicas de comportamiento: se suele callar, hace lo que los demás quieren y prioriza las necesidades ajenas frente a las propias. Su máxima es agradar para evitar la culpa que proviene de la angustia de soledad.
Este personaje se sustenta sobre una de las creencias irracionales del padre de la Terapia Cognitiva, Albert Ellis, que postula sobre nuestra necesidad de obtener amor y aprobación de todas las personas significativas de mi entorno.
El bueno cree que siendo todavía más bueno conseguirá lo que necesita. Sin embargo, su personaje siempre se siente culpable y responsable de la felicidad de los demás. Si te identificas con este personaje, hazte las siguientes preguntas:
- ¿Sabes escucharte?
- ¿Sabes respetarte?
- ¿Sabes sentirte?
Cuando la respuesta sea afirmativa, esa angustia de soledad desaparecerá. La vibración del amor es lo que va a llenar ese vacío, y esa vibración comienza dentro de uno/a mismo/a.
«A la hora de la verdad, que es la de buscarse a sí mismo en lo objetivo, uno olvida todo y se dispone a no ser fiel más que a su propia sinceridad»-Gerardo Diego-
El Rebelde
El rebelde es un personaje con mucha potencia energética. Pero en este caso padece una angustia de inseguridad, ya que el niño/a se siente inseguro/a de su figura de apego.
Un rebelde tiene que estar siempre luchando, no puede disculparse, no puede dar su brazo a torcer… Interpreta del exterior que es débil, con lo que su actitud defensiva y combativa servirá para demostrar que él/ella es quien está en lo cierto. Aunque se haga lo imposible por no molestarlo, la confrontación es la herramienta que usa para demostrar que es poseedor de la verdad absoluta, su verdad.
Sólo viviendo la angustia de seguridad y observando el movimiento que genera a su alrededor, es capaz de conocerse, desarrollando así la comprensión de la que carece.
«Aquellos que nunca se retractan de sus opiniones se aman a ellos mismos más que a la verdad»-J. Joubert-
El Urna
Este personaje se sustenta en una angustia de identidad, que se ha forjado a partir de la falta de atención de su madre, y que actúa ignorándolo, como si no tuviera ninguna valía, como si no existiera…
El urna intenta pasar desapercibido/a y tiene dificultad para relacionarse con más de uno o dos amigos/as íntimos, a los que «mete en su urna» para autoabastecerse energéticamente. Se trata de un personaje muy mental, que vive en el absoluto control, ya que si algo se descontrola aparece la angustia.
Dentro de este personaje, nos encontramos con grandes investigadores que desarrollaron su inteligencia como fachada a sus carencias relacionales. En el protagonista de «Una mente maravillosa«, Einstein u otras mentes prodigiosas, se han dado magníficos ejemplos de este personaje.
«La felicidad está en el darse cuenta de que vivimos en un personaje y que eso no eres tú»-Paloma Crisóstomo-
Y tú, ¿en qué personaje vives?…
Confinamiento en pisos pequeños: el mundo en cuatro paredes
No todos tenemos grandes terrazas, jardines o equipos de gimnasio. Una buena parte de la población realiza el confinamiento en pisos pequeños o incluso en habitaciones. En estos casos, es necesario tener en cuenta una serie de consejos.
Hay una realidad un tanto invisibilizada y no es otra que el confinamiento en pisos pequeños. Espacios reducidos donde el tiempo pasa a menudo mucho más despacio y a veces en condiciones complicadas. No podemos olvidar, por ejemplo, a los que viven en una habitación, estudiantes o grupos de inquilinos que habitan en un mismo espacio por razones laborales o personales.
Hay algo que está claro: la actual pandemia está actuando como temible igualador en lo que se refiere a la propia enfermedad y al impacto psicológico. Todos podemos contraer el coronavirus y todos experimentamos ansiedad e incertidumbre ante esta circunstancia y ante cómo pueda cambiar el mundo el día de mañana.
Sin embargo, cada uno de nosotros vemos y vivimos cada acontecimiento desde una circunstancia social propia. Cada rostro, cada mente y cada mirada atiende el devenir de los días desde un tipo de cristal. Hay ventanas tímidas incrustadas en pequeños habitáculos de nuestras urbes. Hay casas en estrechas callejuelas que apenas atisban la luz del sol.
Por contra, hay quien puede abrir su ventanal y permitirse incluso desayunar en su balcón o pequeña terraza. Otros pueden descansar y desconectar cuando deseen paseando por la calidez de un jardín o de un campo.
Como es de esperar, el impacto del confinamiento no será igual para esa familia que hace vida en un espacio reducido que en quien puede abrir la puerta, y desconectar leyendo bajo un árbol.
Confinamiento en pisos pequeños: la vida en un espacio reducido
El confinamiento en pisos pequeños supone, en muchos casos, tener que hacer vida en un espacio de poco más de 50 metros cuadrados (o incluso menos). El impacto, evidentemente, no es el mismo en caso de que sea una persona sola o una familia. No obstante, en la mayoría, esta realidad define a parejas con hijos y mascotas incluídas.
Si la vida en estas condiciones ya era complicada antes del confinamiento, ahora lo es más. Al fin y al cabo, el devenir de la vida, de las rutinas y la cotidianidad, nos aleja durante muchas horas fuera del hogar.
Trabajo, compras, colegio… El equilibrio que nos aporta nuestra sociabilidad externa y la vida de la calle, se compensa con esos instantes de intimidad en casa donde a fin de cuentas, todo se lleva bien y nos sentimos satisfechos.
Por otro lado, el confinamiento en pisos pequeños es algo que puede tener una mayor complejidad psicológica entre jóvenes que comparten piso. La vida entre las cuatro paredes de una habitación puede ser muy desgastante psicológicamente. Asimismo, los problemas de convivencia son a menudo, otro ingrediente en ese cóctel que hace más o menos complicado el confinamiento.
Teniendo clara esta radiografía ¿qué estrategias podríamos seguir para mejorar nuestra calidad de vida en estas condiciones?
Pequeños espacios, actividades diferentes
Hay un aspecto que debemos tener en cuenta en caso de que hagamos el confinamiento en pisos pequeños: hay que diversificar espacios en la medida de lo posible y no realizar todas las tareas en un mismo lugar. ¿Qué significa esto? Pondremos varios ejemplos.
- Las comidas no pueden hacerse en el sofá, en la cama o en ese mismo lugar donde vemos la tele o descansamos. Lo haremos en la mesa.
- Si tenemos que teletrabajar, no lo haremos en el mismo lugar en el que comemos. Si es posible, podemos incluso desplazar esa misma mesa a otro espacio (ideal si es cerca de una ventana).
El objetivo es el siguiente: distraer a la mente. Si nos limitamos a comer, trabajar y ver la tele siempre en un mismo sitio la sensación de presión, agotamiento y frustracion será más elevada.
Un espacio pequeño debe salvaguardar los momentos de privacidad
Todos en casa necesitamos instantes en soledad. Una o dos horas al día para estar con nosotros mismos es fundamental para cualquier miembro de la casa. Por tanto, siempre que sea posible, uno debe poder desconectar de los demás y acudir o bien a su habitación, un balcón o una terraza para poder leer, escuchar música, hacer ejercicio…
Rutinas: organizar tiempo es mejorar la calidad de vida
El confinamiento en pisos pequeños necesita también de esa estrategia tan básica en el contexto actual: rutinas. Más allá de lo que podamos creer, regular tiempos, tareas, momentos de ocio, de trabajo, de ejercicio, etc, es una ayuda para nuestra salud mental.
No importa si somos más activos o más pasivos, si lo nuestro es hacer limpieza o dedicar tiempo a hacer yoga, leer o dibujar. Ir cambiando de actividad es un estímulo altamente beneficioso.
Confinamiento en pisos pequeños: sol y vitamina D
Uno de los mayores problemas que pueden sufrirse durante el confinamiento en pisos pequeños es la falta de acceso a luz solar. Estudios como el llevado a cabo en la Universidad de California, Berkeley, por los doctores William Grant y Henry Laore, destacan que la falta de vitamina D, puede elevar el riesgo de contraer infecciones.
Un sistema inmunitario débil, con falta de esta y otras vitaminas, siempre es peligroso. Por tanto, en la medida que nos sea posible, debemos tomar contacto con el sol entre 15 o 30 minutos al día. Aprovechemos si tenemos acceso a balcones, ventanas o terrazas. De este modo, podremos aumentar nuestro nivel de vitamina D.
Creatividad: pequeños espacios llenos de magia
Los pequeños espacios pueden tener un gran potencial. Tal vez durante estos días tengamos una oportunidad idónea para hacer pequeños cambios.
El objetivo es encontrar esos trucos que logren dar mayor luminosidad a ese piso, a esa habitación. Asimismo, con un poco de ingenio, ganas y creatividad podemos crear rincones llenos de originalidad y encanto para nosotros y los más pequeños de la casa.
En ocasiones, algo tan simple como usar una sábana para hacer un tipi indio puede dar la los niños uno buen rato de disfrute. El encanto de una casa, de un piso o de un espacio determinado, por pequeño que sea, lo crean sus habitantes.
La idea es cuidar de nuestras emociones, motivación, salud y esperanza para hacer que estos días sean algo más llevaderos.
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